Roma
Roma es una ciudad viva anclada en el tiempo, donde en cada esquina nos espera un testimonio de su inmenso pasado: de la época Antigua a la renacentista, de la medieval a la actual. Por eso, Roma deja siempre la estimulante sensación de que nunca se termina de conocerla del todo. En ninguna otra parte del mundo encontraremos la riqueza patrimonial de esta ciudad que ya nació mítica, hace 2700 años, de la mano de Rómulo y Remo.
Un buen método para enfocar la visita nos lo delimita su propia cronología histórica. La primera parada la encontraremos en la Roma Antigua, que se extiende desde la Piazza del Campidoglio a la colina del Palatino. Ahí, veremos todo el esplendor del foro romano y el cercano Anfiteatro Flavio, es decir, el emblemático Coliseo, donde tenían lugar las luchas de gladiadores y espectáculos públicos. También podemos visitar las termas de Diocleciano y Caracalla, cuyos mármoles fueron expoliados para levantar la nueva y esplendorosa Roma del Renacimiento.
Caída en desgracia tras el colapso del Imperio, Roma vivió una segunda época de oro a finales del siglo XV, cuando la familia Medici se hizo con el Papado, trayendo consigo el estilo renacentista nacido en Florencia. Fue entonces cuando se levantó la Basílica de San Pedro del Vaticano, cuna de la Cristiandad, y uno de los mayores tesoros patrimoniales del mundo, como ya adelanta en su entrada la espectacular Columnata de Bernini. Cerca encontraremos la entrada a los Museos Vaticanos, cuyas suntuosas paredes muestran las obras de los mejores artistas del Renacimiento, coronados por la sobrecogedora Capilla Sixtina de Miguel Angel.
Pero Roma es todavía mucho más, plagada de villas y palacios, lo más acertado es perderse por sus barrios a un lado y otro del río Tiber, como el Trastevere, e impregnarse del atractivo modo de vida de sus habitantes. Entretanto, encontraremos palacios, ruinas romanas e iglesias renacentistas. O quizás, pasear por los jardines del museo de Villa Borghese, donde dentro se puede admirar esculturas de Bernini y lienzos de Tiziano y Caravaggio.
Pero si hay un trayecto obligado es recorrer la Via del Corso, que va desde la Piazza del Popolo al monumento a Vittorio Enmanuelle. Conglomerado de épocas y estilos, en las calles colindantes podremos entender porque Roma fue considerada un día la caput mundi, la capital del mundo. Y ver la Piazza Navona, la Piazza della Rotonda con su Panteón, el Palacio Barberini, la Residencia del Quirinal y la impresionante escalinata de la Piazza di Spagna. Hasta acabar frente a la Fontana di Trevi, para cumplir con la tradición de arrojar una moneda al agua, y esperar que la leyenda nos conceda el deseo de volver pronto a Roma, la ciudad eterna que nunca termina de recorrerse y enamorarte.
"La ciudad que no olvidaré nunca es Roma,
sobre todo, Roma"
Audrey Hepburn (Vacaciones en Roma)