22. Iglesia Santi Luca e Martina
Inicialmente dedicada a Santa Martina, martirizada en el año 228 d.C. durante el mandato del emperador Alejandro Severo. En el año 625 el papa Honorio I ordenó la construcción del templo. Fue restaurado por primera vez en 1256, durante el papado de Alejandro IV. No fue hasta un tiempo después que la iglesia se dedicó al apóstol San Lucas, cuando la iglesia se adjudicó al patronazgo de la cofradía de pintores o Accademia di San Luca. La academia reformó la iglesia entre los años 1634 y 1635 sobre el proyecto de Ottaviano Nonni, que tenía el sobrenombre de El Mascherino, y de Pietro da Cortona. El propio Pietro pertenecía a la Academia.
El precedente directo de esta intervención sería la fachada diseñada por Miguel Ángel para la Basílica de San Lorenzo de Florencia.
La planta es una interpretación monumental de la de cruz griega, es decir, se trata de un edificio central, mucho más utilizado en el Renacimiento. Los remates de la cruz tienen forma semicircular, especialmente el de acceso, marcando de esta manera el eje longitudinal que nos lleva al altar. El problema es que al estar tan próximas las fachadas, podrían robarse protagonismo. Cortona lo resuelve dándole a una de las fachadas y a la cúpula el protagonismo total.
La fachada diseñada por Cortona responde a la más libre de las tres tipologías barrocas: la de movimiento. Es un movimiento curvo, convexo tanto arriba como abajo. Se divide en dos cuerpos (superior e inferior) de igual anchura. Cortona transforma la fachada apaisada y estática de Miguel Ángel en San Lorenzo en una forma barroca y viva. Destaca el fuerte empuje vertical dado por la ausencia del frontón que se proyectó en origen, que permite ver la cúpula desde el suelo, creando una direccionalidad hacia arriba muy fuerte. Es una fachada de gran plasticidad sólida, parece que sea deformable, que se mueva, está llena de salientes y entrantes, creando un gracioso juego de claroscuros. Los laterales rectos parecen oprimir al centro, que se abomba, creando el movimiento convexo. Se integra la fachada en el espacio urbanístico que la rodea, y se destaca el eje central de la puerta. Todo ello dentro de la línea novedosa del barroco de Cortona.
En el interior, tal y como es característica barroca, se establecen en altura dos zonas bien diferenciadas, creando dos ámbitos distintos: el terrenal y el celestial. El primero se configura mediante el muro, con su movimiento vital y vibrante, creando con las columnas y las pilastras adosadas una piel, un esqueleto, de tal forma que la iglesia parece cobrar vida, como una gigantesca ameba. Es característico del espacio barroco, que tiende a envolver al observador, a abrazarlo, con un marcado gusto por lo cóncavo para los interiores.
El espacio que configura el ámbito celestial, la parte superior, es totalmente distinta. Si la piedra y las formas de la parte inferior le dan un aspecto macizo, casi muscular, la parte superior resulta completamente ingrávida. La decoración es toda en blanco y dorado, existiendo decoración escultórica: putti, ángeles, santos... nos observan con sus ojos blancos desde la cúpula, imagen del cielo, que en este caso tiene un diseño mixtilíneo, con casetones, derivado del manierismo. Estos casetones disminuyen su tamaño con la altura, dando mayor sensación de alejamiento. La cúpula parece haberse abierto hacia el cielo. Las ventanas contribuyen a llenar ese espacio celestial de luz, símbolo de la presencia divina.
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