5. Santa Balbina
Sobre las Termas de Caracalla se alza esta iglesia que está dedicada a Santa Balbina, virgén y mártir del siglo II. Es una de las iglesias más antiguas de Roma fechada en torno al siglo V.
Fue construida sobre las ruinas de una villa romana. Consagrada por el papa Gregorio Magno, en la Edad Media, Santa Balbina fue un monasterio fortificado. Con el paso del tiempo, ha cambiado su fisonomía muchas veces, tomando su aspecto actual en la década de 1920.
Desde la plaza, se accede por una escalera al pótico de tres arcos. En el interior la luz entra por una serie de ventanas a lo largo de la nave.
Los restos de Santa Balbina y su padre, San Quirino, se hallan en una urna en el altar mayor, pero el mayor tesoro se situa a la derecha: una magnífica escultura y sarcófago del cardenal Stefanis de Surdis, de Giovanni de Cosma (1303).
Otras obras artísticas datan del siglo XIII, entre ellas varios fragmentos de frescos. Destaca La Virgen y el Niño, ejemplo de la escuela de Pietro Cavallini, en la segunda capilla de la izquierda. Hacia 1930 se descubrieron restos de mosaicos romanos del siglo I. Se trata de una escena de pájaros y signos del zodiaco, situado hoy en el pavimento de la iglesia.