23.Oratorio dei Filippini
Virgilio Spada, deudo del cardenal Bernardino Spada y miembro de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri, procuró a Borromini el encargo de construir el edificio del Oratorio (1637-40), anejo a su iglesia madre de Santa María in Vallicella, obra de empeño en la que trabajó hasta 1652, año en el que entró en conflicto con los religiosos. En general, a diferencia de los de Bernini -unido a la corte papal y a la nobleza de Roma, entregadas a una política de prestigio-, los comitentes de Borromini pertenecían a órdenes religiosas que tenían una concepción simple y austera de la misión pastoral.
Así, alejados de la tradición arquitectónica áulica, los filipenses, dados a las obras caritativas y asistenciales, amantes de la música, vieron en Borromini el artista ideal, vinculado con gran disciplina moral al ejercicio profesional. Sin tener que pensar en una contraposición polémica, es evidente que con su elección, los oratorianos expresaban una orientación cultural y estética del todo divergente a la representada por el papa y Bernini, o Da Cortona.
Tal elección tiene su reflejo en el edificio, en el que Borromini distribuyó los distintos ambientes: sacristía, biblioteca, oratorio, basándose en los criterios experimentados de funcionalidad y de coherencia representativa. De ese modo, se revela áulico en los espacios colectivos, como en el aula destinada a la interpretación de los oratorios dramático-musicales, mientras que se presenta humilde y acogedor en aquellos destinados a residencia privada, organizados en torno a patios interiores, pensados según sus funciones como pequeñas ciudades ideales. De entre los espacios interiores merece subrayarse la solución que Borromini dio al aula de música, o sea, al Oratorio, donde emplea como elemento unificador la complejidad de la secuencia rítmica de las pilastras de orden gigante que prosiguen, prolongándose en fajas, definiendo los vanos de las ventanas y de las dos tribunas que se abren en los lados menores (la de las autoridades y la de los músicos y cantores), invadiendo el abovedamiento de la sala donde, entrelazándose elásticamente, definen un gran marco oval.
Muy alterada la obra borrominesca, es en la espléndida fachada, independiente de la colocación del Oratorio, donde se resumen las novedades del estilo y la rigurosa técnica de artesano del arquitecto. Con una fina textura del paramento de ladrillos, se permitió reducir al máximo la concavidad del frontis y los valores de profundidad para exaltar la estructura en su conjunto, que está pensada y tratada como un todo orgánico elástico, capaz de estirarse. Con ello, además, logra que la luz incida sobre ella de una manera continua y variada, perfilando, dulcificando, potenciando o aplastando los elementos arquitectónicos, según varía la hora del día. Con la imagen simbólica y antropomorfa de los brazos abiertos y protectores da una cumplida respuesta al espíritu caritativo de los filipenses.